Antes del fin del mundo
Diego Vigna presenta el libro de cuentos “Hadrones”. Dice el autor: “Me interesa trabajar a partir de sensaciones que crecen a oscuras”.
Si la apuesta hubiera sido contar el fin del mundo, habría quizá menos cosas para decir. Y Hadrones sería un libro más perfecto y previsible.
Pero la apuesta de Diego Vigna fue más bien la de contar pequeños cataclismos, derrumbes que están sucediendo todo el tiempo y que pueden tener lugar –basta que alguien sepa mirar– en una terraza de Nueva Córdoba, un dique de Cuesta Blanca o una cama donde una chica vive un apocalipsis personal consumiéndose en celos bajo una manta. Hadrones es como la caja negra de un avión: se escuchan las voces, los deseos, los temores que traviesan la turbulencia, antes de la caída o de la explosión.
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