martes, 21 de junio de 2011

Hadrones (columna a cargo de Juana Luján emitida en el programa radial "Sangre de monos")



Primero voy a hacer una pequeña introducción casi técnica: hace unos años se propago mundialmente una noticia aterradora: el fin del mundo podía hacerse realidad gracias a la física. Esto es gracias al Gran colisionador de hadrones -que la prensa llamo la máquina de Dios, para que los términos científicos no nos hagan olvidar que esa cosa puede convertir todo lo que hacemos y tenemos en poco más que nada.

Y la verdad que esta idea es bastante más aterradora que las profecías mayas, los apocalipsis religiosos o los nostradamus por millón, ya que nuestra vida cotidiana y nuestro concepto de verdad está muy marcado por la ciencia nos mete mucho más miedo que un físico nos cuente que el fin del mundo es algo más que posible.
Sigo con la explicación: un hadrón es una partícula sub atómica, es decir más chiquita que un átomo, y el gran colisionador de hadrones es una maquinota tremendamente grande con un túnel subterráneo que atraviesa un par de países. En ese túnel y con esa máquina los científicos hacen que estas partículas vayan a velocidades altísimas y choquen entre sí.

Para aquellos que crean que cosas tan chiquititas como los protones no pueden hacer mucho daño les recuerdo que una de las palabras más temidas en Japón por estos días fue “atómica”, y un átomo es una cosita bastante chiquita también.

La cosa con estas partículas es que todo está hecho de ellas, están en todos lados.
Y resulta que cuando estas partículas chocan entre sí producen grandes cantidades de energía y dicen algunos detractores de la máquina de Dios que también podría causar pequeños agujeros negros que se tragarían al mundo, así sin más ni más.


Todo esto que acabo de explicar de manera tan torpe y rudimentaria es la sombra que se cierne sobre las historias de el libro “Hadrones”, en particular de la última historia, pero desde luego no es lo fundamental: el gran colisionador es una manera un poco mas científica de imaginar un apocalipsis y al mismo tiempo este apocalipsis, este fin del mundo, no es otra cosa que una manera concreta de pensar a la muerte en sí.
Pero no solo la muerte como algo abstracto sino todas las muertes: la muerte final y absoluta, de todo un planeta, la muerte personal, definitiva y también la muerte diaria, las mutaciones, las crisis, la muerte la de las cosas mínimas: los pequeños cataclismos cotidianos.

Son cinco historias, planos detalles sobre personas comunes y corrientes: Un tipo en el aeropuerto de Córdoba, otro que mira un accidente desde la ventana, un chico en viaje hacia su pre adolescencia que pasa unos días en la casa de un amigo, un oficinista enamorado de una compañera de trabajo, un muchacho que pasa un fin de semana con su padre, quien ha formado pareja con una enana, en la víspera del fin del mundo.

El libro está dedicado al miedo, y el miedo más fuerte no está en un monstruo enorme y feo: el miedo está en cada cosa que tenemos o que amamos, en la posibilidad de perderlas.

El miedo esta en el cambio, en la desconocida oscuridad, en las posibilidades terribles que todos tenemos en nosotros.

Hadrones es un poco como el vértigo, genera incomodidad y deseo de asomarse, como cuando buscamos el miedo en las películas, nos dejamos llevar por las historias del libro, viajando hacia catástrofes mínimas pero contundentes.

Lean este libro buenísimo de Ediciones Recovecos, pregúntense sobre sus propios derrumbes, ríanse del melodrama que vive en nosotros, preguntémonos ¿Que haría en mis últimos días sobre este mundo?

miércoles, 25 de agosto de 2010

Nota en suplemento VOS de La Voz del Interior sobre algunos narradores en Córdoba


Aquí, una nota publicada hace días en el suplemento VOS del diario La Voz del Interior, sobre la presencia del realismo en las producciones de algunos narradores cordobeses. En la entrevista están Sergio Gaiteri, Federico Falco, Luciano Lamberti, Fabio Martínez y quien suscribe.

Aquí la nota completa, o clickeando en la imagen

Entrevista en CLUB LOCAL


Acá se puede ver el resultado de la invitación al programa de radio CLUB LOCAL, emitido todos los martes a las 23 por Radio Sucesos, en la ciudad de Córdoba. Fui invitado para hablar sobre la publicación de Hadrones y sobre lo que pudiera surgir en ese momento, claro está. Aquí dejo el link para acceder a la entrevista, que salió por radio y luego fue colgada en el sitio Web del programa.

Entrevista aquí o clickeando en la imagen y sitio Web del programa

martes, 9 de febrero de 2010

"El sueño de monk" en Diario Crítica




Segundo cuento del libro, publicado los primeros días de enero 2010 en la sección Cultura del Diario Crítica, con ilustraciones de Carola Rousso.






"En su libro Hadrones, publicado por la más que interesante editorial cordobesa Recovecos, el autor juega con los miedos comunes del ser humano. Nació en abril de 1982 y es de Neuquén. Publicó, además, el tomo de relatos Grises, verdes."

Reseña de Pablo Dema publicada en 2 Cartógrafos (Río Cuarto, Córdoba)

Son cinco relatos, el último, el que le da título al volumen, es el más extenso (cuarenta páginas). Hay cosas mejores que otras y el último relato sin dudas justifica por sí solo el libro. Pero hay que apuntar que para mí no es un libro desparejo ni rellenado con algún texto que engrosa el volumen pero que es innecesario. Muy por el contrario, los cinco funcionan como trazos imprescindibles para delinear una poética sólida. Poética significa: un programa estético definido, una serie de pautas que un artista se da para darle forma a sus creaciones: serie de principios, moral de la forma, cosas que se hacen y cosas que no se hacen siempre: una marca: una voz propia: un mundo propio. Alguien que escribe es un escritor cuando sabe lo que hace y asume los riesgos, cuando establece un tipo de relación con la lengua y no se aparta de ese vínculo que lo define. Me parece que ese vínculo es originario o primordial, que es un modo de entrar en escritura que afecta al que escribe casi como una marca de carácter. El escritor Vigna es así, o hace esto: habla sobre este mundo, sobre su mundo que es el nuestro. No hay recreación de contextos anteriores, no hay proyecciones de mundos futuros, no hay una realidad atravesada por elementos sacados de cuentos de Lovecraf ni de novelas de King en las que es difícil creer.

Reseña en diario Crítica - Juan Ignacio Calgano

ELOGIO DEL TEMOR

“Este libro se lo dedico al miedo”, dice Diego Vigna antes de que comience el primero de los cinco cuentos que componen Hadrones. Esta extraña dedicatoria nos pone sobre la pista de lo que se agita detrás de estos relatos donde el orden de lo cotidiano se ve amenazado por pequeñas catástrofes suspendidas, derrumbes a punto de suceder. Los personajes se desenvuelven en la sombra que proyecta esta amenaza: una mujer devorada por los celos, un hombre enamorado de una madre soltera, un niño que por un encadenamiento fortuito de circunstancias queda del lado de afuera de la casa de campo de un amigo en pleno invierno. En “Hadrones”, el cuento que da nombre al libro, un muchacho decide pasar junto a su padre los días previos al supuesto fin del mundo. Los hadrones son partículas subatómicas que pueden ser aceleradas mediante el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), una máquina capaz de reproducir a pequeña escala el choque de partículas que dio origen al universo. El peligro que entraña la puesta en funcionamiento de esta máquina hace sospechar que el día señalado para poner en práctica el experimento será el último de la humanidad.
Dan Brown, en Ángeles y demonios, teje su trama a partir del LHC y de la utilización de una pequeña porción de la antimateria que genera el Gran Colisionador como un poderoso explosivo capaz de barrer una ciudad entera. Sin entrar en argumentos enrevesados ni intrigas rebuscadas, Vigna narra la reunión de los vecinos de Cuesta Blanca, un pueblito de Córdoba, en torno al televisor que transmitirá en vivo el accionamiento de la llamada “Máquina de Dios”. El autor relata con el pulso acompasado de este rincón de las sierras argentinas la relación del protagonista con su padre y con la nueva esposa de éste, una mujer que sufre de enanismo, y el encuentro casual con una francesa que está de visita. El miedo aquí no se traduce en psicosis, ni desata un pánico generalizado, sino que se siente de una manera íntima, como si fuera producto de la responsabilidad que implica estar vivo antes que de la cercanía de la muerte.
Diego Vigna nació en Neuquén en 1982. Generacionalmente, podríamos decir que es un joven narrador, una etiqueta que no suma ni resta méritos, pero que permite leer Hadrones como la búsqueda de una voz, o un proceso de maduración en tránsito, y desde esta perspectiva se trata de un libro más que auspicioso.

Juan Ignacio Calgano

(Aquí el vínculo al PDF de la edición impresa)